Comparto casa en un pueblecito de unos 500
habitantes en una Comunidad Autónoma lejana. No hay peluquería ni kiosco de prensa.
Es decir, es un lugar ideal. Pero tampoco hay Bancos, lo cual hizo en su día
que abriésemos todos, y yo el primero, una cuenta en un pueblo cercano para
poder domiciliar allí los gastos comunes. Ya se sabe: agua, luz, contribución.
Ningún problema. Ingresaba cada cual su parte, y tutti contenti.
Mas hete aquí que uno de nosotros recibe una carta
conminatoria desde la central del banco (catalán, por cierto) para que, en
aplicación de la Ley 10/2010 de Prevención de Blanqueo de Capitales y de la
Financiación del Terrorismo (recuerde que estamos en 2014), nos personemos sin
demora a proporcionar “copia actualizada de la documentación de identidad”.
Caso de no hacerlo, no se podría ni hacer ingresos ni reintegros en efectivo
aunque, eso sí, los recibos domiciliados se atenderían “hasta agotar el saldo
disponible en la fecha del bloqueo”.
¿Dónde estaba el problema? Pues en que la copia de,
precisamente, mi dni que obraba en poder de la entidad mostraba que ya había
caducado. Todo sea por la honradez bancaria, me dirigí a la oficina del tal
banco más cercana a mi casa habitual (a muchos kilómetros de aquella en la que
estaba la cuenta), presenté mi documento, lo escanearon y enviaron a la oficina
donde está la cuenta en cuestión. Eso sí, me hicieron firmar un papel en el que
me comprometía a no “efectuar movimientos de fondos con jurisdicciones de
riesgo como paraísos fiscales” (que bien sé lo que son, visto dónde “residen”
algunos de nuestros egregios próceres) y a no “efectuar otras operativas
relevantes” (que eso sí que no sé lo que son).
Bastaba ver qué saldos y qué movimientos tenía
nuestra cuenta como para saber que no pensábamos efectuar ningún movimiento
hacia paraísos fiscales. Eso se lo dejamos a los que sí tienen dinero. Y ahí
viene lo de la metáfora.
En primer lugar, se podría pensar que se trata de
un caso de “dura lex, sed lex”,
latinajo que se puede traducir de dos maneras. La primera es que la ley puede
ser dura, pero hay que cumplirla. Si en esta ciclópea y bienintencionada lucha
contra el blanqueo de capitales y el terrorismo (qué dos patas para un banco)
hay una ley ad hoc, pues no hay más
que acatarla y cumplirla, sea quien sea y en la Comunidad que sea. La segunda es
que la dichosa ley es dura como todas las leyes convenientemente promulgadas y
esta lo es. Así que, a hacer cola, entregar el dni y firmar el compromiso a no
realizar otras operaciones relevantes: es dura porque incluye cosas que el
pobre súbdito desconoce y que pueden volverse inesperadamente con dureza contra
él.
Pero, en segundo lugar, este asuntillo personal e
intrascendente es metáfora de lo que está sucediendo a nuestro alrededor: es a
los mindundis como yo a los que se les aplica la ley... por otro lado plagada
de dificultades. Primero, porque no me parece que el poner al día mi dni impida
que tenga la tentación de blanquear capitales (que no tengo) o financiar al
terrorismo (que detesto). Y, segundo, porque el firmar el curioso documento de
marras no significa que vaya a cumplir lo que allí digo. Los que tienen
capitales “blanqueables” y, además, desean hacerlo, no me parece que dejen de
practicar tan patriótica tarea solo porque han firmado un papelito diciendo que
van a ser buenos y van a evitar tarjetas opacas.
Me intriga, de todas formas, ese desfase de cuatro
años entre la promulgación de la ley y su “obligado” cumplimiento con
gentecilla como yo y mis compañeros de cuenta corriente. No creo que en ese
tiempo haya caducado mi dni (me toca renovarlo en 2019, como diría mi madre “si
Déu ens dona vida i salut”), así que no me parece el mejor argumento. No
tienen, por otro lado, ningún motivo para “castigarme” por algún artículo
escrito que no les haya gustado. Eso sería muy pretencioso por mi parte. Así
que solo me queda suponer que el problema lo tienen ellos, que les ha entrado
la histeria colectiva en sus grupos directivos ante “la que está cayendo” y que
no solo afecta a clientes. Pero no hay tal: ya vienen aplicando (es un decir)
la susodicha ley casi desde su promulgación, así que me quedo sin saber de qué
va este asunto. Y eso es lo peor de esta metáfora.
(Publicado hoy en el diario Información -Alicante-)
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