Una niña rubia, en Irlanda, no podía ser hija de una pareja de gitanos que, ya se sabe, son todos morenos, de pelo lacio y de ojos negros. Así que se la quitaron a los supuestos "padres".
La lógica es impecable: los gitanos son una "raza" y, como tal, tienen todos la misma apariencia externa que, al fin y al cabo, es lo que define a una raza. Es así que la niña no coincide con dicha apariencia externa o raza, luego la niña ha sido secuestrada por esos potenciales delincuentes.
¿Algún problema? Pues sí: que el análisis del DNA ha demostrado que la niña en cuestión es hija precisamente de esos padres.
No me extraña: tengo un amigo que se declara gitano y muy orgulloso de las costumbres del pueblo rom y que también es rubio. ¿Dónde está el problema? En los ojos con que los miran y, todo hay que decirlo, en el antecedente de María, la niña rubia y de ojos azules encontrada en una familia roma en Grecia.
Racismo, en fin de cuentas, es, para empezar, suponer que las razas existen y que pueden identificarse por características externas. Después viene lo de clasificarlas en superiores e inferiores, y el buen racista, por definición, pone a la propia "raza" como superior (sean chinos, caucásicos o, sí, gitanos) y a las demás como inferiores. Como en tantos otros casos (las "naciones" sin ir más lejos), la dificultad está en las fronteras y los fronterizos. Porque la ruptura entre unas/unos y otras/otros no es perceptible sino que el cambio es gradual. Pero así funciona la mente humana: inventa dicotomías donde hay un continuo gradual.
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